La vida cuando era nuestra. Marian Izaguirre
Me ha gustado mucho La vida cuando era nuestra. Tiene una gran capacidad evocadora de sensaciones, así como habilidad para introducir en situación con rapidez y eficacia. He agradecido mucho su fluidez (sobre todo después de dos lecturas abortadas por exceso de circunloquios, repeticiones cansinas… en fin, por aburrimiento puro y duro).
En el Madrid de los años 50 se cruzan los caminos de una extranjera un tanto especial y una pareja que regenta una librería de viejo. Los tres arrastran heridas provocadas por la pérdida de “la vida cuando era nuestra”.
Por un lado, conoceremos la historia de los libreros, Matías y Lola, que vieron truncado un prometedor porvenir a consecuencia de la guerra civil. Su día a día se reduce a intentar adaptarse, “someterse” a la nueva realidad.
Alice, es una singular mujer entrada en años a la que también le cambió el curso de la vida por la contienda. El amor por los libros unirá a estos tres personajes, y la lectura compartida de uno en particular: las memorias de Rose, la hija ilegítima del duque de Ashford, nacida con el siglo XX.
De este modo, se irán intercalando las historias y recuerdos de unos y otros, que necesitan repetirse que lo vivieron fue cierto, “para no caer en la tentación de pensar que fue solo un sueño”.
No estamos ante un libro trágico o desesperanzador, si no todo lo contrario: un canto a la capacidad de resistencia y recuperación del ser humano.
Me permito una “corrección”…Dices: [La hija ilegítima de…]. Un(a) niño(a), nunca es ilegítimo…Lo serán su padre o su madre pero nunca el hijo(a)…Ya se que siempre se ha dicho como tú lo expresas…No lo comparto.
¡Pues tienes toda la razón! Es cierto que recurrimos a esa expresión, que rápidamente nos sitúa… Pero las hay peores, como “bastardo”. Quizás lo más correcto sería “hijo no reconocido”, si es que puede haber algo correcto en una algo así…