El jilguero, Donna Tartt
Al fin pude dejar volar al jilguero; es decir, terminar el libro y liberarme del pobre pajarito al que estuve encadenada durante más de 1.000 páginas. Porque, la verdad, ya no sé si me gustó, no me gustó o qué demonios decir de esta novela tan aclamada.
Vayamos por partes. La historia, dividida en dos grandes bloques (la infancia y supuesta madurez del protagonista), transcurre entre Nueva York, Las Vegas y Ámsterdam.
Theo Decker, el protagonista, es un adolescente de 13 años, que sobrevive a un atentado en el neoyorquino Museo Metropolitano de Arte. Al salir del museo, Theo se lleva consigo El jilguero, un lienzo del pintor holandés Frabritisu realizado en 1654. La madre de Theo fallece en el atentado y su padre, que había abandonado a la familia, se encuentra en paradero desconocido.
La etapa adolescente de Theo que transcurre en Nueva York, tras el atentado, me pareció magistral. La forma de la autora para adentrarse en los pensamientos y sentimientos del protagonista, cómo nos pone en situación; los lugares, casi tangibles, el ambiente neoyorquino; su relación con el cuadro… Después Theo se traslada a Las Vegas y, para mí, comienza a torcerse el asunto. Hay momentos en los que se me hace tan repetitiva y pesada, que no sé si la que me tomaba las drogas era yo o Theo. Claro que, si ese era el objetivo de la autora, chapó.
De regreso a Nueva York, la cosa vuelve a mejorar… Pero la etapa de Ámsterdam me resultó tediosa hasta decir basta.
Si fuera una película, diría que es de esas que pudieron llegar a obra maestra pero que, por empeño del director, se alargó mucho más de lo necesario; si fuera una película, diría que a El Jilguero le sobra una hora de tres. Los personajes están muy bien construidos, la historia es muy buena… Definitivamente, creo que mis diferencias con esta novela son una cuestión de tiempos.
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Quien sabe si a lo mejor las drogas se las tomaban ambas,
Jaja. Bicos guapas 😉
Jajaja, quién sabe… 😉
¡Saludos!