Tierra de Brumas, Cristina López Barrio
Esta nueva novela me ha reconciliado con su autora. La casa de los amores imposibles puso el listón muy alto, y debe de ser difícil publicar después de un éxito tan arrollador; creo que en El cielo en un infierno cabe esto le pasó factura a Cristina López Barrio. También he de reconocer que a veces somos más críticos con los autores que anteriormente nos han hecho disfrutar, porque esperamos más de ellos.
Sin embargo, en Tierra de Brumas, recuperamos la esencia de La casa de los amores imposibles. De nuevo se aprecia la soltura de Cristina López Barrio para empapar con su peculiar realismo mágico los paisajes gallegos y sus personajes: de forma sutil y poética pero sin forzar la máquina, sin estorbar al desarrollo, en perfecto equilibrio.
Tras la muerte de su madre en Cuba, Valentina llega al pazo de los Novoa para conocer a su abuela y tutora legal, Bruna, una suerte de vieja loca que lleva años sin salir de su cama y de su camisón de puntillas. La decadencia del pazo y los cuentos de meigas que la niña escuchó a su madre superan a la pobre Valentina, que está aterrorizada. Juntas deberán comenzar un baile de adaptación y descubrimiento, en el que la pequeña conocerá la locura de su tatarabuela, la santidad de su bisabuela, el lado salvaje de su abuela, al tiempo que Bruna recupera su capacidad de sentir amor. Poco a poco Valentina irá desenrollando la madeja de relaciones entre las mujeres del bosque, las Mencía, y los hombres del pazo, los Novoa, íntimamente ligados por del destino y las generaciones.
Por poner un pero, la historia pierde un poco de fuelle cuando se acerca a su desenlace, y queda un fleco suelto con la relación entre la madre de Valentina y su abuela, que no alcanzamos a desentrañar. Quizás ese hubiera sido el broche de oro de una novela en la que afortunadamente, como dije al principio, recuperamos la magia de Cristina López Barrio.
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